Cartas de Amor a Manuelita Saenz. LITERATURA DE LA INDEPENDENCIA
Bolívar y Manuela, es la historia del amor y las mil batallas, por la independencia, la libertad, la justicia y la igualdad, es la historia que trasciende la profundidad de nuestros corazones, su influencia nos hace un llamado a la reflexión, un llamado que es una luz que nos irradia, nos arropa, nos toca y ya sólo nos queda el privilegio de reconocer que como bolivarianos somos parte de esta historia.
Bolívar el osado, el poeta, el Libertador, el del alma enamorada, el que se dejó llenar del único sentimiento que nos libera y nos salva: el Amor. Y Manuela, la valiente, la dama, la reina, la Caballeresa del Sol, la soldado Húzar, la Coronela del Ejército Libertador, la de las palabras agudas que cortan el viento, la de las palabras sublimes que acarician las tormentas, la musa misma, la libertadora del Libertador, la única de suficiente puntería para atravesar el corazón de Su Excelencia.
La invitación, más que a leer es a vivir a revivir, la guerra de independencia, las vicisitudes de dos que se amaron tanto en la clandestinidad de lo posible, las conspiraciones, las traiciones, la gloria y el amor venciendo siempre, incluso después de la vida, incluso después de la muerte.
Introducción A la naturaleza literaria de la nueva Republica (Finales del Siglo XVII hasta el XIX)
18 Abril- Leer Manuela de Eugenio Díaz Castro.
Textos de apoyo. Raymond Williams. Orígenes de la novela colombiana
Oralidad y Escritura. Walter Ong
Guia de trabajo No. 3 Fecha de socialización 19 de Septiembre
18 Abril- Leer Manuela de Eugenio Díaz Castro.
Textos de apoyo. Raymond Williams. Orígenes de la novela colombiana
Oralidad y Escritura. Walter Ong
Guia de trabajo No. 3 Fecha de socialización 19 de Septiembre
El romanticismo en sus distintas vertientes: desde la evocación escapista, hasta la proclama revolucionaria, pasando por la efusión lírica y sentimental, tuvo su cultivo en Colombia, aunque no siempre con afortunada calidad. Las primeras obras de este periodo estuvieron guiadas, bien por un afán de recuperar un supuesto espíritu caballeresco de la conquista, bien por una sublimación poética y filosófica del aborigen de América. En orden cronológico, podríamos revisar las cartas de Simon Bolívar a Manuelita Saenz, así como las primeras novelas colombianas del periodo corresponden a las escritas por el cartagenero Juan José Nieto: Ingermina, publicada en 1844 y Los moriscos de 1845, ambas novelas históricas.
La primera es un relato que tiene como trasfondo las sublevaciones de los indios Calamares, antiguos pobladores de Cartagena en los primeros tiempos de la conquista, y tiene la particularidad de desarrollar una trama amorosa de corte caballeresco entre Alfonso de Ojeda, hermano de Pedro, el conquistador, y la princesa indígena Ingermina, en un intento por rehabilitar la conquista y poetizar, simultáneamente, al indio. Los moriscos relata los sufrimientos de una familia mora a causa de su expulsión de España, tras el decreto de 1609.
Son obras llenas todavía de influencias claras de autores como Byron, Lamartine o Chateaubriand, que sigue los procedimientos melodramáticos de Walter Scott, pero que tiene el mérito de haber inventado los personajes de la trama central, con lo que lo histórico pasa a desempeñar la función de ambientación del relato.
25 de Abril. Leer Maria de Jorge Isaac
Textos de apoyo. Raymond Williams. Orígenes de la novela colombiana
María de Jorge Isaac. La otra geografía
Guia de trabajo No. 4. Fecha de socialización-25 de Abril
Correspondiente a este periodo, pero de otro corte, se publica en Colombia (1867) María, de Jorge Isaacs, la obra más leída de América en su momento; novela que incorpora a las letras nacionales las resonancias líricas de un paisaje autóctono y el romanticismo sentimental europeo. María recoge de algún modo cierta simpatía hacia la melancólica sentimentalidad, así como un romanticismo erótico, poco cultivado en el país.
Todas las categorías del romanticismo sentimental se encuentran allí ejecutadas con serenidad y elegancia: las lágrimas, el tema sepulcral, el triunfo de la muerte, la idealización romántica de la figura femenina, pero también el paisaje y la naturaleza confundidos con el estado de ánimo. Junto a ese aire romántico universal, la novela también enseñó a los lectores hispanoamericanos, muchas características nacionales; un localismo que se encuentra estéticamente muy bien logrado, en la medida en que el costumbrismo que se refleja es involuntario y artístico a la vez.
Es posible achacar a María su falta de hondura en la discriminación sicológica, la insistencia en la pasión para mover al llanto, su melosería y hasta su fragilidad en la trama, pero en realidad la novela se sostiene no sólo por su masiva recepción, sino por su conciencia de género, pues son estos precisamente los rasgos de la novela idílica o de adolescencia. Además de éxito editorial indiscutible, María constituye también una fuente de influencia muy poderosa en la novelística hispanoamericana que la hace ocupar un lugar muy destacado en las letras del continente.
María (1867), considerada una de las obras más destacadas de la literatura hispanoamericana del siglo XIX. La novela, basada en experiencias autobiográficas, tiene un tono elegíaco, y narra la historia de los amores trágicos de María y su primo Efraín, en el valle del Cauca. Como el propio autor, Efraín debe abandonar el Cauca para seguir estudios en Bogotá. Deja en el Cauca a su prima María, de la que está enamorado, y con la que vive un romance a su regreso, seis años después. Efraín y María están juntos durante tres meses, al cabo de los cuales el joven debe viajar a Londres para completar su educación. Cuando regresa, dos años después, descubre que María ha muerto. Efraín no encuentra consuelo, y parte, sin saber muy bien a dónde.
Con la novela realista, las letras colombianas alcanzan ya un buen grado de madurez. Reaparecen en este momento lo temas comunes, las escenas cotidianas, las necesidades primarias, de modo que lo exquisito y sublime da paso a lo concreto y objetivo: la pintura de ambientes y la caracterización de las figuras humanas.
En Colombia se puede hablar de dos grandes narradores realistas, que representan a su vez dos estilos y dos ambientes culturales: el ambiente del centro del país y el ambiente de la región de Antioquia. Son ellos: José Manuel Marroquín y Tomás Carrasquilla.
Marroquín es conocido por cuatro novelas: Blas Gil (1896) que narra la vida de un estudiante en el ambiente bogotano y denuncia a la vez los defectos políticos del país; Entre primos (1897), Amores y Leyes (1898) y El Moro; (1897) novela esta última que es la más conocida de su producción. Con una excelencia estilística inmejorable y a través de un tono entre malicioso y festivo, las obras de Marroquín se alzan para ofrecer esa visión del hombre contemporáneo enfrentado a sus problemas concretos.
El Moro, es una novela en la que el personaje es un caballo que relata su vida y aventuras en primera persona. Este artificio, sin embargo, le sirve a Marroquín para poner de presente sentimientos y honduras humanas gracias a una visión que a su vez le sirve para mirar de lejos (con cierta bondad e inteligencia) las tristezas humanas y para acercarse a sus más íntimas verdades. La novela además provee de acertadas descripciones del paisaje de la sabana de Bogotá y de sus costumbres, así como de narración sobre las guerras civiles, todo bajo un equilibrio que hace que la novela desborde los límites del costumbrismo.
Del otro lado se encuentra la obra regionalista de Carrasquilla. El autor antioqueño se destaca no sólo por su prolijidad (su obra incluye cuentos, novelas y cuadros de costumbres), sino por su gran capacidad para la creación de personajes de mucha fuerza y solidez como esa inolvidable Bárbara Caballero de su Marquesa de Yolombó y la Frutos de Simón el mago. Así mismo, su obra está dotada (incluso en las novelas de corte histórico) de un gran poder de observación, así como de una alta eficiencia en la exposición objetiva de la verdad, sentimientos y mentalidad de sus personajes. Esto último no obsta para que se despliegue también una buena dosis de ingenio y humor que hace de la lectura de Carrasquilla una labor agradable.
Las obras más importantes de Carrasquilla son Frutos de mi tierra (1898) y La Marquesa de Yolombó (1928) En la primera, Carrasquilla logra retratar la abyección y desdicha de los campesinos antioqueños, sin llegar a caricaturizarlos. Su mayor mérito aquí está en la capacidad de descripción y en la caracterización de los personajes que logran trasmitir el juego de sus pasiones y los rasgos fuertes y sobrios de su personalidad.
La Marquesa es la obra maestra de Carrasquilla. Se trata de una novela histórica cuya acción se ubica al final del periodo colonial, y que refleja ese momento de transición hacia la independencia del país. La protagonista, doña Barbara Caballero, una mujer enérgica y voluntariosa, llega a constituirse en el símbolo de lo que será en adelante la Colombia independiente: progresista y laboriosa. Si bien Bárbara representa también la fidelidad a la corona, y por ende la tradición, se constituye en paradigma de la nacionalidad colombiana. La novela es rica en descripciones de la mentalidad del pueblo de Yolombó (que desde su localidad alcanza así también universalidad), con su ambiente religioso sincrético que incluye la fe cristiana, las supersticiones populares y algunas ritos africanos e indios. Es, en fin, una novela de grandes alcances y aportes a la tradición de las letras colombianas.
MARÍA: Novela de expresión lítica de un paisaje autóctono y romanticismo sentimental
25 de Abril. Leer Maria de Jorge IsaacTextos de apoyo. Raymond Williams. Orígenes de la novela colombiana
María de Jorge Isaac. La otra geografía
Guia de trabajo No. 4. Fecha de socialización-25 de Abril
Correspondiente a este periodo, pero de otro corte, se publica en Colombia (1867) María, de Jorge Isaacs, la obra más leída de América en su momento; novela que incorpora a las letras nacionales las resonancias líricas de un paisaje autóctono y el romanticismo sentimental europeo. María recoge de algún modo cierta simpatía hacia la melancólica sentimentalidad, así como un romanticismo erótico, poco cultivado en el país.
Todas las categorías del romanticismo sentimental se encuentran allí ejecutadas con serenidad y elegancia: las lágrimas, el tema sepulcral, el triunfo de la muerte, la idealización romántica de la figura femenina, pero también el paisaje y la naturaleza confundidos con el estado de ánimo. Junto a ese aire romántico universal, la novela también enseñó a los lectores hispanoamericanos, muchas características nacionales; un localismo que se encuentra estéticamente muy bien logrado, en la medida en que el costumbrismo que se refleja es involuntario y artístico a la vez.
Es posible achacar a María su falta de hondura en la discriminación sicológica, la insistencia en la pasión para mover al llanto, su melosería y hasta su fragilidad en la trama, pero en realidad la novela se sostiene no sólo por su masiva recepción, sino por su conciencia de género, pues son estos precisamente los rasgos de la novela idílica o de adolescencia. Además de éxito editorial indiscutible, María constituye también una fuente de influencia muy poderosa en la novelística hispanoamericana que la hace ocupar un lugar muy destacado en las letras del continente.
María (1867), considerada una de las obras más destacadas de la literatura hispanoamericana del siglo XIX. La novela, basada en experiencias autobiográficas, tiene un tono elegíaco, y narra la historia de los amores trágicos de María y su primo Efraín, en el valle del Cauca. Como el propio autor, Efraín debe abandonar el Cauca para seguir estudios en Bogotá. Deja en el Cauca a su prima María, de la que está enamorado, y con la que vive un romance a su regreso, seis años después. Efraín y María están juntos durante tres meses, al cabo de los cuales el joven debe viajar a Londres para completar su educación. Cuando regresa, dos años después, descubre que María ha muerto. Efraín no encuentra consuelo, y parte, sin saber muy bien a dónde.
El realismo y el modernismo en el Siglo XIX-Siglo XX
Con la novela realista, las letras colombianas alcanzan ya un buen grado de madurez. Reaparecen en este momento lo temas comunes, las escenas cotidianas, las necesidades primarias, de modo que lo exquisito y sublime da paso a lo concreto y objetivo: la pintura de ambientes y la caracterización de las figuras humanas.
En Colombia se puede hablar de dos grandes narradores realistas, que representan a su vez dos estilos y dos ambientes culturales: el ambiente del centro del país y el ambiente de la región de Antioquia. Son ellos: José Manuel Marroquín y Tomás Carrasquilla.
Marroquín es conocido por cuatro novelas: Blas Gil (1896) que narra la vida de un estudiante en el ambiente bogotano y denuncia a la vez los defectos políticos del país; Entre primos (1897), Amores y Leyes (1898) y El Moro; (1897) novela esta última que es la más conocida de su producción. Con una excelencia estilística inmejorable y a través de un tono entre malicioso y festivo, las obras de Marroquín se alzan para ofrecer esa visión del hombre contemporáneo enfrentado a sus problemas concretos.
El Moro, es una novela en la que el personaje es un caballo que relata su vida y aventuras en primera persona. Este artificio, sin embargo, le sirve a Marroquín para poner de presente sentimientos y honduras humanas gracias a una visión que a su vez le sirve para mirar de lejos (con cierta bondad e inteligencia) las tristezas humanas y para acercarse a sus más íntimas verdades. La novela además provee de acertadas descripciones del paisaje de la sabana de Bogotá y de sus costumbres, así como de narración sobre las guerras civiles, todo bajo un equilibrio que hace que la novela desborde los límites del costumbrismo.
Del otro lado se encuentra la obra regionalista de Carrasquilla. El autor antioqueño se destaca no sólo por su prolijidad (su obra incluye cuentos, novelas y cuadros de costumbres), sino por su gran capacidad para la creación de personajes de mucha fuerza y solidez como esa inolvidable Bárbara Caballero de su Marquesa de Yolombó y la Frutos de Simón el mago. Así mismo, su obra está dotada (incluso en las novelas de corte histórico) de un gran poder de observación, así como de una alta eficiencia en la exposición objetiva de la verdad, sentimientos y mentalidad de sus personajes. Esto último no obsta para que se despliegue también una buena dosis de ingenio y humor que hace de la lectura de Carrasquilla una labor agradable.
Las obras más importantes de Carrasquilla son Frutos de mi tierra (1898) y La Marquesa de Yolombó (1928) En la primera, Carrasquilla logra retratar la abyección y desdicha de los campesinos antioqueños, sin llegar a caricaturizarlos. Su mayor mérito aquí está en la capacidad de descripción y en la caracterización de los personajes que logran trasmitir el juego de sus pasiones y los rasgos fuertes y sobrios de su personalidad.
La Marquesa es la obra maestra de Carrasquilla. Se trata de una novela histórica cuya acción se ubica al final del periodo colonial, y que refleja ese momento de transición hacia la independencia del país. La protagonista, doña Barbara Caballero, una mujer enérgica y voluntariosa, llega a constituirse en el símbolo de lo que será en adelante la Colombia independiente: progresista y laboriosa. Si bien Bárbara representa también la fidelidad a la corona, y por ende la tradición, se constituye en paradigma de la nacionalidad colombiana. La novela es rica en descripciones de la mentalidad del pueblo de Yolombó (que desde su localidad alcanza así también universalidad), con su ambiente religioso sincrético que incluye la fe cristiana, las supersticiones populares y algunas ritos africanos e indios. Es, en fin, una novela de grandes alcances y aportes a la tradición de las letras colombianas.
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